martes, 18 de enero de 2011

Versos para que duermas

Se despertó empapada en sudor, tenia todos los músculos agarrotados y una vez más el malestar general y las ganas de vomitar le impedían disfrutar del amanecer. Eran ya casi las seis de la mañana, fue al baño,lleno un vaso de agua y se tomo la pastilla, al menos sabia que en un rato se sentiría mejor. Volvió a acostarse y se durmió mientras miraba por la cristalera, era lo que mas le gustaba de aquella habitación, la enorme cristalera por la que podía contemplar el puerto. Al fondo en el horizonte un barquito velero navegaba con libertad, quien fuera barquito velero para poder ser libre, no como ella, allí atrapada, como toda su vida, siempre cautiva, siempre esclava y al tiempo siempre sola, tan solo esclava de si misma y de sus errores.
El sonido chirriante de la puerta volvió a despertarla, ya era la hora de desayunar y allí estaba él, como cada mañana le traía una bandeja con el desayuno un café con leche, un zumo recién exprimido y unas tostadas, y en la bandeja como cada mañana una rosa con un numero. Setenta y dos.

-Buenas días, aquí tienes tu desayuno princesa-Era realmente guapo y siempre tan dulce y tan de blanco, precisamente eso era lo que le molestaba su dulzura su eterna compasión, y el blanco odiaba el blanco, allí todo era blanco, él, las paredes, el reloj que había al fondo de la habitación todo. Echaba tanto de menos los colores, aún cuando despertaba empapada en sudores los echaba de menos todos y cada uno de aquellos colores que la habían acompañado en su vida hasta aquella. Antes su vida si que tenía interés nunca sabia que iba a pasar donde iba a despertar, ni como, apenas sabía si iba a hacerlo.

Amanece, se despierta tan solo por la costumbre, ya no hay sudores ni malestar, parece que todo ha acabado, aun así toma la pastilla, debería ser la última que tomase, bueno sabe que no lo sera. Se levanta y contempla el mar, en unas horas si dios quiere podrá tocarlo, en unas horas habrá acabado con aquel infierno blanco, en unas horas sera libre, en unas horas podrá volver a disfrutar de la vida en colores. Mientras piensa todo esto entra su ángel de blanco, en su cara brilla la misma sonrisa de todas las mañanas, realmente la quiere, y siente todo lo que le ha pasado, es una lastima que ella no lo quiera, es una lastima que para ella el solo sea un manchón blanco en un mundo de colores.

-Buenos días, aquí tienes tu desayuno, el último que te serviré yo- Mira la bandeja es la misma de cada día y como siempre lo único que ha cambiado es el numero. Noventa.- Y ¿ya sabes que harás ahora que vuelves a ser libre?
-Si, sin duda. Voy a disfrutar de los colores de la vida, es lo que mas echo de menos.

Una vez acabado el desayuno, preparó su maleta y se fue. Subió las escaleras de su casa corriendo, de veras la añoraba, todo seguía igual, azotó la maleta en una esquina y se fue corriendo, no había tiempo que perder, corrió junto a la playa le gustaba sentir la brisa en su cara y de lejos lo vio, estaba en la esquina de siempre.
-Buenas nena, creí que te habías olvidado de mi.
Y de nuevo sentada en la misma esquina de siempre sonrió, bueno quizás no era la misma esquina, que importaba tampoco era siempre la misma raya.

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