viernes, 22 de abril de 2011

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Abrió la puerta y entro en el salón, era lúgubre y frío. Bueno siendo sinceros no era ninguna de las dos, era cálido, acogedor y luminoso, pero él lo sentía así. Aquel salón le devoraba la felicidad a pasos agigantados. Sabia que realmente nada tenia que ver con el salón, más bien con lo que allí se encontraba, pero prefería culpar al salón, era algo más material y sencillo. Camino hacia el sofá, la vio dormida, en apariencia apacible y tranquila, mas de sobra sabía que nada era lo que parecía allí. La despertó con un dulce beso en la frente, y aquellos ojos aterrados se clavaron en los suyos.
-Menos mal que has venido, ha vuelto, y esta vez viene dispuesta a matarme.
Volvió a besarla, y la abrazo fuertemente, mientras le recordaba en dulces susurros que todo estaba bien.
-Tranquila, estoy aquí contigo ¿de acuerdo? Ahora ya todo estará bien.
Vivía enamorado de aquella mujer, o del recuerdo más bien, pues la enfermedad había conseguido acabar con todo lo que ella había representado para él, pero aun así seguía mirándola con unos ojos llenos de amor. Y consintiendole cualquier capricho que tuviese tan solo por verla sonreír. En momentos a él también le costaba entender todo lo que pasaba y como eran las cosas y se dejaba llevar por su propio egoísmo, pero luego volvía a cuidarla y quererla.
Ella sonrió tranquila, al tener su mano firmemente agarrada y saber que ahora estaba un poco más a salvo.
-Ojala tuviese yo un novio como usted, pero mi marido pasa de mi, anda todo el día por ahí sin pisar esta casa.
El sonrió, pero su nudo en el estomago se hizo un poco más grande, sabia que eran cosas de la enfermedad, pero aun no había dejado de dolerle que no fuese capaz de reconocerlo tras casi 50 años casados.
Fue a por un vaso de agua y los medicamentos, y cuando volvió, dos ojos aterrorizados se clavaron en los suyos.
-Menos mal que has venido, ha vuelto, y esta vez viene dispuesta a matarme.
-Tranquila, estoy aquí contigo ¿de acuerdo? Ahora ya todo estará bien.

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