jueves, 3 de febrero de 2011

Cierra los ojos (II)

La función ha acabado, cae el pesado telón de terciopelo rojo. Me miro la muñeca en busca del reloj, esta escondido debajo de los puños de la camisa, los subo, consigo bajarlo un poco y dejarlo a la vista. Me gusta este reloj, es verde, dicen que el verde es el color de la naturaleza, y que relaja, no se si es cierto o no, pero me gusta. Además tiene una esfera grande donde es fácil ver los números, no me gustan los relojes de esferas pequeñas, en circunstancias de poca luz, o en conversaciones con otras personas se hacen difíciles de mirar.

Camino por la moqueta, como no roja, hacia las escaleras. Todo el mundo está saliendo ahora, así que se hace bastante difícil caminar. Voy distraída, aún pensando en la danza que acaba de representar la chica. Era como si   no estuviese hecha de materia, como si simplemente fuese una sombra que vagaba libre por el escenario, tan armónica, tan fugaz, tan llamativa, y al tiempo tan fragil. Un mal salto, un mal movimiento y se habría acabado todo, su baile me recordaba bastante la vida real, un paso en falso y todo se podría ir al garete.
Al fin he conseguido bajar la escalera, para ello he tenido que empujar a cuatro señoras, esquivar a otras tantas, e ignorar a un pobre niño que lloraba por haber perdido a su "mama". Puedo imaginarme como debe sentirse, tan solo entre tanta gente, cuantas veces me he sentido asi, no por haber perdido a mi madre, bueno supongo que a su edad también la perdería alguna vez. Me refiero a cuando me pierdo en mis pensamientos como ahora mismo, rodeada de gente, que solo consigue agobiarme más, gente que no se para que me sirve que esten ahí, gente entre la que no está, y entonces es como si una horrible neblina gris me sepultase y tengo miedo, miedo de que desaparezca del todo y no poder volver a verle, y despertarme mañana sin la oportunidad de descubrir que es ese algo que me esta matando y que le hace perfecto; ese algo que necesito destruir, y que al tiempo me lleva a sonreírle cada amanecer, como si fuese el ultimo. Ya estoy en la puerta, cinco o seis empujones mas y he conseguido llegar al abrigo de la noche.

No hace demasiado frío, esta una preciosa noche estrellada, así que en vez de pagar un taxi, paseare hasta casa, es cierto que tengo un buen trecho pero me gustan las ciudades de noche, y esta en cuestión es realmente bonita. Las calles están lo suficientemente iluminadas como para ser seguras, pero no demasiado como para no permitirme disfrutar del mural que se me muestra encima. Puedo verlas a todas y cada una, brillando tan intensamente, o quizás no, quizás ya no brillen realmente, quien lo sabe. Me encanta mirar al cielo, consigue captar mi atención de una forma agonizante, me da miedo mucho miedo pensar que habrá mas allá de mi cabeza, pero a la vez me atrae tanto la idea, pero encuentro al universo como un tema demasiado difcil...
Verde. Como el reloj. Puedo cruzar.

1 comentario:

  1. impecable, que buena narración, casi podía caminar a su lado, al igual que la parte 1 la narración es bastante buena. usted es un ejemplo mas para mi. un evento tan cotidiano puede ser el mas apasionante si se describe detalladamente. gracias, un saludo.

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