miércoles, 9 de noviembre de 2011

Era se una vez...(II)



A la mañana siguiente, cuando la dulce princesa abrió sus ojos, nuestro hermoso caballero ya había partido en busca de aventuras y de aquel horrible ogro que atormentaba al reino. Ella suspiro y rezo porque volviesen a verse pronto. Y se vistió, pues a ella también le esperaba una larga jornada de camino al Palacio de Verano. Tras vestirse y acabar de recoger todo su equipaje, que no era poco puesto que ella era una bella princesa y debía serlo siempre, mando a su ayudante de cámara a avisar al cochero para que lo preparase todo, para partir lo más pronto posible, pues no quería llegar de noche. 

Y así fue, la princesa y parte de la corte marcharon rumbo al Palacio de Verano. Este palacio, se encontraba al final del reino, justo en la frontera que limitaba con el reino vecino. A la princesa siempre le había encantado pasar sus veranos allí, aunque este iba a echar de menos a su apuesto caballero. Tras un largo viaje, llegaron casi para la hora de la cena, asique la princesa subió a sus aposentos a dejar todo el equipaje para luego bajar a cenar algo. Subió y lo coloco todo, al tiempo que se aseguraba de que todo estuviera en orden. Cuando ya casi había acabado, irrumpió en su habitación su primo, venia llorando cual magdalena porque nada estaba bien allí, le habían cambiado la cama, y los tapices, y la moqueta, todo era diferente y a él no le gustaba. La dulce princesa se las arreglo para convencer al pequeño infante de que así estaba mucho mejor, y para que se le acabase de pasar el disgusto, bajaron al comedor a disfrutar de los suculentos manjares que les aguardaban. Tras cenar y haber consolado al joven infante, la princesa se fue a su habitación, pues estaba realmente cansada de todo el día.

A la mañana siguiente, cuando la dulce princesa se despertó, el sol lucia con alegría y calor, así que bajo a desayunar a los jardines de palacio. Se sentó en una pequeña mesa redonda de nácar, junto a unas hermosas orquídeas. A la princesa le encantaba la sensación del sol acariciando su cara, y aquella tranquilidad que le transmitía aquel lugar. Podía oír el canto de los pájaros, y observar el revoloteo de las mariposas. Y justo cuando todo aquel idílico paisaje se había apoderado de ella, apareció alguien. La dulce princesa se asustó mucho pues no sabía que hacia un desconocido en su palacio, así que chillo de terror. Entonces, el joven invasor le dijo que se tranquilizara, que él no era ningún invasor, era el príncipe hijo del dueño del Palacio de Verano. Y no es que el padre de la princesa tuviera un hijo secreto o algo así, era mucho más sencillo. Desde que la crisis había llegado, muchos habían sido los reyes que se habían visto obligados a vender sus posesiones para poder alimentar a su pueblo, y el padre de nuestra princesa no se había salvado de aquella, y habíase visto obligado a venderle la mitad del Palacio de Verano al rey de un reino lejano que había sido menos afectado por la crisis. Lo que nos lleva a que, nuestro joven invasor, no era más que el hijo del rey que había pagado las deudas del padre de la dulce princesa. 
El joven invasor, al que desde ahora llamaremos por su título: príncipe, trasmitía confianza y serenidad, así como un horrible sentimiento de aburrimiento, por ello no le importo a nuestra dulce princesa que se sentase con ella a desayunar. Y así fue como paso aquel lugar de ser solo suyo a compartirlo con él, y aquello nada tenía que ver con las deudas del reino. 

El príncipe venia de un reino bastante lejano, donde todo era bastante diferente a como eran las cosas en el de nuestra linda princesa. Así que charlaron y charlaron, mientras tanto la princesa no pensó ni por un solo segundo en el hermoso caballero, que mientras tanto luchaba contra ogros, trolls, e incluso algún zombie que se había confundido de cuento.

1 comentario:

  1. A mi q alguien me indique pa donde queda el bosque de los ogros esos plis

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