martes, 4 de octubre de 2011

50 peniques por una sonrisa

Dicen que hay un momento y un lugar para todo en esta vida. Pero que ocurriría si el momento y el lugar, fuesen los mas inoportunos.Supongamos que el momento sea una pausa, un pequeño punto y seguido antes de escribir el siguiente renglón, un momentos de esos que te tomas por y para ti. Y el lugar, el lugar lo mas lejos de casa que puedas sospechar, un sitio donde tan solo seas un completo desconocido...

Te despiertas una mañana, con el sabor de un precioso atardecer, y el de un abrazo madrugador; pero ya tan solo se tratan de un recuerdo, tan intocables como lo inexistente, tan dolorosos como todo lo real. Toca caminar hacia delante, reconstruir este puzzle, imaginar que nada ha pasado y seguir hacia delante sin mirar atrás. Cientos de nuevas experiencias se encuentran al alcance de la mano, pero para ellos antes debes soltar del todo las viejas. Miedo, valentía, alegría, esperanza, añoranza. Tormentas de sentimientos entremezclados azotan la cubierta de tu alma, mientras tan solo caminas hacia delante. Pero entonces te detienes, alguien se ha metido en tu camino, ¿y ahora? ¿ahora como hacemos? ¿quién camina delante de quien ahora? ¿Y si seguimos juntos hasta que lo decidamos? Y así haceis, no os conocéis, ni pensáis hacerlo.

Pero el camino se alarga, se curva, se complica, y os ayudáis. Y resulta, que de este modo, el camino se hace más cómodo, más confortable, más bonito. Y de golpe ya no sabríais continuar el camino el uno sin el otro, y ya no sois dos desconocidos, y camináis sin mirar hacia atrás, pero tampoco hacia delante, tan solo el uno al otro, porque lo bueno del camino se encuentra ahora a vuestro lado. Pero porque no, comentáis que había atrás, como ha sido el resto del camino que habéis echo solos, o a quien habéis dejado atrás,  o a quien ibais a buscar al final de este, pero todo es diferente ahora. Y no os apetece hacer el camino con tanta prisa ya, así que os sentáis y coméis bajo los rayos del sol una enorme cesta de fresas, mientras sonreís.

Sonreid, seguid sonriendo y disfrutar cada fresa y cada segundo, pero por encima de todo no olvidéis que esto tan solo es una parada en el camino, pues más tarde deberéis continuar.

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