sábado, 12 de marzo de 2011

Who cares?

Mientras degustaba un sabroso plato de salmón y como telón de fondo escuchaba las noticias, pude escuchar una que no llego a cautivar del todo mi atención, o por lo menos no  más de lo que lo hacia El Tiempo o incluso menos que los anuncios. Trataba sobre el calentamiento global, sobre el inminente deshielo de los polos, sobre las subidas del nivel del mar, sobre la gran cantidad de especies en extinción... Lo escuche sin darle importancia alguna, ni cambie el canal ni atendí a lo que decían, simplemente seguí escuchándolo, al igual que oía aquella persistente tormenta, que chocaba contra mi cristal, amenazando con romperlo.
Alguien entró y me dijo “¿Has oído las noticias? Estamos destruyendo el mundo” Una de todas aquellas palabras adquirió mayor escala en mi fuero interno. Estamos. ¿Estamos? eso me incluía a mí, pues eso sí que no.
Que le importaba al mundo lo que yo hiciera o dejara de hacer. Que le importaba que yo tirara de la cadena por el simple hecho de oír el agua correr. Que le importaba a nadie si yo me daba duchas de tres horas o de tres minutos. Que le importaba al mundo si yo iba en pie o en coche al trabajo. Que le importaba, si yo podía permitírmelo.
Así que decidí apagar a aquel juez cuadrado. Pero antes de que lo lograra, otra frase se apodero de mí “recuerda tu puedes permitírtelo, España no”. Me quede dubitativa al oír aquella frase, ¿Cuánto de ella me importaba?, nada, simplemente se debía a que era la respuesta a una idea no expuesta, solo eso. Que me importaba a mi, si el país podía permitírselo o no.
Así que de un portazo me fui, baje al garaje y cogí mi coche para dar un paseo. De repente me entro una enorme sed con lo que me acerque al supermercado más cercano para comprar un botellin de agua, al acabarlo, le di una patada y lo deje tirado en medio de la calle, mientras escuchaba las criticas de los que habían visto mi acción, me subí al coche y me fui. Con la suerte, de que justo fui a lanzar mi chicle por la ventanilla, delante de un grupo de esos fastidiosos verdes, que se pusieron a gritarme de todo.
Cuando llegue a mi casa, empecé a pensar la forma de librarme de esos engorrosos comentarios de mis vecinos, con la buena suerte de que leí en el periódico un anuncio que decía:
“Un grupo de ciudadanos reúne dinero para ayudar a la reforestación del Amazonas. Interesados acudir mañana de 11 a 6”
Por lo que al día siguiente me acerque a dejar mi colaboración done trescientos euros no estaba segura de si sería bastante pero por lo visto resulto serlo. Desde ese día, todos mis vecinos me tienen como una persona preocupada por el mundo. Ya a nadie le importa si abandono mis botellas en el monte, o si apago mis colillas contra un árbol, ahora soy libre de críticas.

1 comentario:

  1. Falsa moral neo-humanista, que agradable es leer algo así, luego de que los últimos 5 años te metan una pedagogía recalcitrante y agresiva en pro de un montón de principios de los que nadie es consecuente. el cambio quizá parta desde el individuo, vaya usted a saberlo.

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