Miro al otro lado de la plaza, sabia que estaba allí; pero
aun así y como siempre seguía sorprendiéndole que sus miradas estuviesen
conectadas.
En la plaza había un niño jugando al balón, varias personas
sentadas en la terraza de un bar y gente que tan solo pasaba por allí. Si
aquello hubiese sido una película toda aquella gente no habría sido mas que
burdos extras cobrando por horas para rellenar; pero como aquello era la
realidad, su realidad, aquella gente ni siquiera existía para ninguno de los
dos.
Describir lo que aquella mirada tenía era difícil; pero
supongo que podría describirse como una sensación cercana a la máxima confianza,
a la seguridad, al cariño, a la comprensión. Aquella mirada calentaba el alma
de la misma manera que el chocolate calienta.
Pero por encima de todo aquella mirada le recordaba que el
dia que encontrase la manera de cruzar el cristal que dividia la plaza, y sus
vidas, todo cobraría sentido por fin.