-Por fin en casa. Me moría por arrancarte ese puto vestido.
-Vaya ¿no te gusta?- Dijo sonriendo con la más picante de las sonrisas- yo que lo había comprado esperando que si lo hiciera.
-Si me gusta, pero estoy seguro que me gustara mucho mas en el suelo de mi habitación.
-Pues entonces me encanta comunicarte que mi lencería va completamente a juego con el vestido.
-Dos prendas más para conjuntar con mi alfombra, maravilloso.
Y se besaron como si no lo hubieran hecho jamás, olvidando con aquel beso cada instante de los últimos trescientos sesenta y seis días. Tan solo disfrutando del beso que el otro les estaba regalando, aparcando a un lado todos los problemas y la desconfianza. ¿Pero para siempre? Por lo menos durante aquel seis de abril.